lunes, 22 de septiembre de 2008

MIS BATALLAS DEL DESIERTO

POR CASULIDAD EN CANCÚN
Era la tarde del miércoles, por fin habíamos llegado, nada nos iba a detener, estábamos a más de 5,000 km. de nuestro padres y dispuestos a hacer de esos días los mejores de nuestras vidas. Nos encontrábamos en Cancún, viaje que organizamos por nuestra graduación. Nos habíamos registrado hace menos de una hora, y ya comenzábamos a arreglarnos para salir al primer antro. Era de madrugada, el humo limitaba la visibilidad, y el ruido impedía tener cualquier tipo de conversación, sin embargo pude distinguir claramente una cara que jamás olvidaré, parecía que lo había llamado con la mirada, comenzó a acercarse, o por lo menos eso intentaba, ya que la multitud lo hacía mas difícil.
-¿Me dejas invitarte algo?-
-No, gracias- Le respondí un tanto impresionada por la rapidez con la que se me había dirigido. –no acostumbro tomar bebidas preparadas en estos lugares-
-Entonces tendré que invitarte a algún otro lado-
-No lo creo, vengo con mis amigos y yo apenas te conozco-
-¡Mariana, Mariana!- Me gritaban -¡Vámonos!-
-Me tengo que ir, adiós-
-Espera, no se quien eres todavía-
-Me llamo Mariana, y de verdad ya me tengo que ir- Corrí hacia la salida para encontrarme con mis amigos, nunca volteé hacia atrás, sin embargo una extraña sensación me recorría el cuerpo y sentía que venía tras de mí; subimos al camión, y pude ver por la ventana como aquel joven corría hacia nosotros. -¡Me llamo Gabriel!- Gritó por la ventana mientras el camión arrancaba con dirección a nuestro hotel.
-¿Quién era?- Me preguntaba Liana, una de mis mejores amigas. -Estaba muy guapo-
-No sé, sólo sé que se llama Gabriel, y eso porque lo acaba de gritar-
-¡Wow! Primer día y ya conseguiste galán-
-No es mi galán. Ya sabes que yo no soy así. Ni siquiera supe quien era-
Las bromas al respecto no se hicieron esperar, el camino al hotel se me hizo más largo de lo normal, sólo quería llegar a dormir, sin embargo no fue posible, no pude dejar de pensar en lo que había sentido cuando lo vi, y más cuando escuche su voz. ¿De verdad me había enamorado? Ni siquiera creía en el amor a primera vista, eso sólo pasaba en las películas, sin embargo aquella imagen parecía haber salido de una película; este debate interior me duró toda la noche, o al menos hasta que me quedé dormida.
Los siguientes días ya parecían rutina, desayunábamos a mediodía, y pasábamos el resto del día en la playa o en la alberca, para después prepararnos para otra noche de antro. Todas las noches volteaba en todas direcciones, tal vez me lo encontraría entre la gente, pero mi ilusión iba desapareciendo conforme pasaban los días.
Era la cuarta noche, o cuarta madrugada, la música estruendosa tocaba y el tiempo corría, bailando una que otra rola y bebiendo una que otra cheve. Un mesero se acercó y me dio una nota que decía:
-Es mucha casualidad volvernos a encontrar, y como se que no me vas a aceptar algo de tomar, por lo menos dame la oportunidad de bailar contigo, estoy al centro de la pista-
Los nervios me invadieron, por un lado quería divertirme y bailar con él, pero tanto misterio y casualidad me hicieron dudar. -Hazme un paro- Le dije a Liana, -Acompáñame- Y comencé a contarle todo lo que había sucedido mientras nos habríamos paso entre la gente. -No puedo creerlo, ¡que envidia, esta guapísimo!- Ella se quedó parada y yo seguí a encontrarme con él.
Platicábamos de cosas básicas, preguntas y respuestas cortas ya que era imposible mantener una conversación más amplia. Supe que era del D.F., tenía 21 años y también se encontraba de spring brake con sus amigos, su hotel estaba a lado del mío, (un buen pretexto para encontrarnos en la playa al día siguiente y platicar mejor) otra vez el tiempo nos había alcanzado y era hora de irme, esta vez me acompañó hasta al camión, y confirmamos nuestra cita para el día siguiente, podía sentir como todas mis amigas nos veían por la ventana del camión, así que no me quedó de otra más que despedirme con un beso en la mejilla, las bromas surgieron de nuevo, pero esta vez era diferente, Liana me conocía perfectamente, y sabía que yo estaba perdidamente enamorada, el tiempo se me iba lento, y cualquier silencio era perfecto para recordar los momentos que estuve a su lado. -Me preocupas- Me dijo cuando llegamos al cuarto. -¿De qué hablas?- Le respondí. -Sabes perfectamente de que te hablo, no quiero que te lastimen, yo se que estas súper clavada con ese tipo, pero lo acabas de conocer, tu ni creías en el amor a primera vista, y sabes muy bien que nos vamos en 2 días, lo mejor será que ya no lo veas, ¿Para qué clavarte más?- Eso me confundió mucho, por un lado ella tenía razón, sien embargo yo sentía la necesidad de volver a verlo.
Al día siguiente me desperté temprano para llegar a donde habíamos quedado, el ya estaba ahí, pasamos todo el día juntos, parecía que teníamos años de conocernos, la química fluía, y se me olvidaba que teníamos que despedirnos al día siguiente cuando nos acabábamos de conocer, no se me hacia justo.
Ya en la tarde, le dije que me tenía que despedir, me invitó a una fiesta para la siguiente noche, pero le dije que mi estancia había terminado, mañana era mi última noche, y tenía que estar con mis amigos en una exclusiva cena, pero que lo podía ver la mañana antes de irme. La alegría de repente se transformó en tristeza, ¿por qué tenía que acabar tan pronto? Me despedí ante su rostro incrédulo. Esa noche no podía pensar en otra cosa, y todavía tenía que aguantar los sermones de Liana. -Te lo dije- Me repetía cada cinco minutos, sin embargo también me daba palabras de aliento.
Era la última mañana en aquella ciudad, ya había hecho mis maletas, bajamos al loby para hacer el check out, había una nota para mí, era de Gabriel:
-Perdóname por no poder estar ahí en este momento, tuve que ir al aeropuerto a recoger a otros amigos, aquí te dejo mis datos y espero que te pongas en contacto conmigo-
Sentí escalofríos, no lo iba a volver a ver en mucho tiempo, o tal vez nunca, todo dependía de mí. Nos dirigimos al aeropuerto, todo el camino pensé en los mejores momentos de aquel viaje, casualmente él estaba en los mejores recuerdos. Llegamos a la terminal, acabábamos de pasar por revisión cuando escuché un grito: ¡Mariana! …sabía que era él, reconocía su voz, me había encontrado ahí otra vez por casualidad, no quise voltear, iba a ser muy doloroso, me seguí de largo, firme, a pesar de la tristeza que me invadía el escucharlo gritar mi nombre en vano; metí mi mano a mi bolsa para encontrar la nota que me había dejado, la observé detenidamente…
Segundos después la rompí y la tiré a la basura, yo no creía en el amor de lejos, mi duelo había comenzado. Liana se dio cuenta de todo y me abrazó.
-Fue lo mejor- Me dijo. Miles de cosas pasaban por mi cabeza mientras despegábamos, tal vez esto no era el final, ya que cabía la posibilidad de volver a encontrarnos, otra vez, por casualidad.

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