EL REY ACERTIJO
Hace muchos años, en un reino lejano, había un rey que gozaba de descifrar todo tipo de acertijos. Todas las mañanas le pedía a sus criados que le dieran algún juego de lógica para que pudiera resolverlo durante la tarde, y así era todos los días, hasta que cansado de superar todo reto, decidió convocar a los sabios más reconocidos de aquel tiempo para que le impusieran un acertijo de alta complejidad para celebrar su cumpleaños número 80.Los sabios llegaban de todo el mundo y hacían largas filas para que el rey intentara resolver su acertijo, al ver que no había ningún sabio que le pusiera un verdadero reto, ofreció 100 monedas de oro a quien le diera un acertijo que no pudiera descifrar, y aun así, no veía un aumento de complejidad, por lo que fue aumentando el motín hasta 1,000 monedas de oro.Días después llegó una carta urgente al rey, era de un joven campesino, que le proponía ponerle un acertijo tan difícil que tardaría años en descifrarlo si es que tenía suerte, pero 1,000 monedas de oro no eran suficientes, si el rey no lograba descifrarlo en un año, entonces el joven se casaría con la princesa, de lo contrario sería juzgado por traición.El rey, emocionado por enfrentar tal reto, mandó traer al joven y después de platicar con él toda la tarde, aceptó el reto. Éste consistía en un laberinto gigante, construido a las afueras del castillo, mismo que el joven había diseñado.La mañana siguiente el rey comenzó el reto entre las porras de la gente y prometió volver en el tiempo prometido. Pasó un año, el tiempo se acabó, y el joven se casaría con la princesa, pero esa misma mañana, cuando el reino se preparaba para la gran fiesta, apareció el rey, en medio de la incredibilidad de la gente, se paró frente a todos y dijo:-Hace un mes que llegué al centro del laberinto, encontré el tesoro y prueba que demostraría que había cumplido con mi cometido, y cual fue mi sorpresa al ver que ese tesoro era un baúl que contenía una extensa carta que el joven me había escrito en donde me decía lo mucho que amaba a mi hija, la princesa, y que estaría dispuesto hasta dar la vida por ella, por eso decidí esperarme un mes más ahí adentro, porque sabía que él era el indicado para casarse con mi hija, pero me daba pena aceptar que fuera con un campesino, y hoy, que los veo a los dos felices, me doy cuenta de que no había nada de que avergonzarme, porque este joven, fue inteligente, fuerte y valiente, al aceptar retarme, y no hay nadie mejor para que tome mi lugar en el trono a lado de mi hija.
lunes, 22 de septiembre de 2008
CUENTO 5/6
PERDIDAS EN EL HOTEL
-Ya pasamos por aquí, recuerdo haber visto esa palmera--¡Hay cientos de palmeras Kathy es un hotel!- decía Liana un tanto enojada.Yo me reía de la situación pero también me cansaba de estarlas oyendo discutir cuando yo lo único que quería era dormir. Ya eran las 6 de la mañana, acabábamos de llegar al hotel después de una larga noche de fiesta, pero éste era tan grande que ni siquiera podíamos encontrar nuestra torre, caminábamos por la alberca mientras el sol salía; de pronto veo en piso huellas de agua, yo estaba empapada por un mal paso que había dado a lado de la alberca, y como no había nadie más alrededor supuse que eran las mías. Empezamos a seguirlas y nos dimos cuenta de nuestra ridícula situación. Creíamos haber estado dando vueltas sobre el mismo lugar, versión que fue confirmada tras oír las risas de nuestros amigos burlándose de nuestra situación desde el balcón de nuestros cuartos. Sin embargo, esa noche les quitamos las llaves de los cuartos y dejamos a todos afuera, ahora éramos nosotras quienes reíamos mientras los veíamos dormir en las sillas al lado de la alberca. Fue así como gozamos nuestra dulce venganza.
-Ya pasamos por aquí, recuerdo haber visto esa palmera--¡Hay cientos de palmeras Kathy es un hotel!- decía Liana un tanto enojada.Yo me reía de la situación pero también me cansaba de estarlas oyendo discutir cuando yo lo único que quería era dormir. Ya eran las 6 de la mañana, acabábamos de llegar al hotel después de una larga noche de fiesta, pero éste era tan grande que ni siquiera podíamos encontrar nuestra torre, caminábamos por la alberca mientras el sol salía; de pronto veo en piso huellas de agua, yo estaba empapada por un mal paso que había dado a lado de la alberca, y como no había nadie más alrededor supuse que eran las mías. Empezamos a seguirlas y nos dimos cuenta de nuestra ridícula situación. Creíamos haber estado dando vueltas sobre el mismo lugar, versión que fue confirmada tras oír las risas de nuestros amigos burlándose de nuestra situación desde el balcón de nuestros cuartos. Sin embargo, esa noche les quitamos las llaves de los cuartos y dejamos a todos afuera, ahora éramos nosotras quienes reíamos mientras los veíamos dormir en las sillas al lado de la alberca. Fue así como gozamos nuestra dulce venganza.
CUENTO 4/6
UNO MÁS EN LA ESTADÍSTICA
-No puedo creer que estoy haciendo esto, apenas puedo abrir los ojos, no sé si voy a 100 ó 10 km/hr, veo luces, ¿serán semáforos o carros? ¿Debo frenar? No, ya voy a llegar.-Ese era mi debate interno a altas horas de la madrugada después de salir de un antro de moda. Un par de horas antes había advertido que debía manejar hasta mi casa, pero como era de esperarse perdí el control; afortunadamente llegué a mi casa sin ningún contratiempo, entré sigilosa para que mis padres no me escucharan y me escabullí hasta mi cuarto, me dejé caer en la cama con planes de no saber nada del mundo hasta más allá del mediodía. No pasó mucho tiempo cuando sonó mi radio, y al verlo me di cuenta de que era una amiga que estaba conmigo en el antro, pensé que se trataría de alguna broma o algo así, contesto, me levanto inmediatamente, me pongo una sudadera y salgo a gran velocidad hasta un crucero importante de la ciudad. Me habían marcado para decirme que Carla había tenido un accidente, y no fue hasta que llegué cuando vi la magnitud de éste. El coche estaba desecho –no creo que haya sobrevivido- me dije a mí misma mientras incrédula veía el movimiento policiaco. -se llevaron a Carla al hospital, no sabemos su estado- me dijo Reneé en un mar de lágrimas. Otra vez atrás del volante, pero esta vez rumbo al hospital. Cuando llegamos nadie nos podía decir nada, no se cuanto tiempo pasó, el teléfono sonó unas 20 veces hasta que llegaron nuestros papás, contamos lo sucedido y después de escuchar un sermón de 30 minutos, mis papás me dijeron: -Sabemos que no fue tu culpa, tú no permitirías que alguien manejara en ese estado, y también que serías incapaz de hacerlo- la culpa me invadió, me pudo haber pasado a mí, tuve suerte al no sufrir un accidente, Carla al no morir en él, pero no todos tienen la misma suerte. Esa noche vi las caras de los familiares y amigos de más de 3 desafortunados en ese mismo hospital, y 4 accidentes más en el trayecto a mi casa. Fue en ese momento cuando me acordé de haber leído unas estadísticas acerca de accidentes automovilísticos, cifras que me parecían exageradas, pero al fin de cuentas, ya formábamos parte de ella.
-No puedo creer que estoy haciendo esto, apenas puedo abrir los ojos, no sé si voy a 100 ó 10 km/hr, veo luces, ¿serán semáforos o carros? ¿Debo frenar? No, ya voy a llegar.-Ese era mi debate interno a altas horas de la madrugada después de salir de un antro de moda. Un par de horas antes había advertido que debía manejar hasta mi casa, pero como era de esperarse perdí el control; afortunadamente llegué a mi casa sin ningún contratiempo, entré sigilosa para que mis padres no me escucharan y me escabullí hasta mi cuarto, me dejé caer en la cama con planes de no saber nada del mundo hasta más allá del mediodía. No pasó mucho tiempo cuando sonó mi radio, y al verlo me di cuenta de que era una amiga que estaba conmigo en el antro, pensé que se trataría de alguna broma o algo así, contesto, me levanto inmediatamente, me pongo una sudadera y salgo a gran velocidad hasta un crucero importante de la ciudad. Me habían marcado para decirme que Carla había tenido un accidente, y no fue hasta que llegué cuando vi la magnitud de éste. El coche estaba desecho –no creo que haya sobrevivido- me dije a mí misma mientras incrédula veía el movimiento policiaco. -se llevaron a Carla al hospital, no sabemos su estado- me dijo Reneé en un mar de lágrimas. Otra vez atrás del volante, pero esta vez rumbo al hospital. Cuando llegamos nadie nos podía decir nada, no se cuanto tiempo pasó, el teléfono sonó unas 20 veces hasta que llegaron nuestros papás, contamos lo sucedido y después de escuchar un sermón de 30 minutos, mis papás me dijeron: -Sabemos que no fue tu culpa, tú no permitirías que alguien manejara en ese estado, y también que serías incapaz de hacerlo- la culpa me invadió, me pudo haber pasado a mí, tuve suerte al no sufrir un accidente, Carla al no morir en él, pero no todos tienen la misma suerte. Esa noche vi las caras de los familiares y amigos de más de 3 desafortunados en ese mismo hospital, y 4 accidentes más en el trayecto a mi casa. Fue en ese momento cuando me acordé de haber leído unas estadísticas acerca de accidentes automovilísticos, cifras que me parecían exageradas, pero al fin de cuentas, ya formábamos parte de ella.
CUENTO 3/6
VOLUNTARIA
Todavía me da risa escuchar esa palabra: voluntaria. Mi estancia en el Distrito Federal había terminado, me tenía que despedir una vez más de aquella hermosa ciudad y de mi familia, eran las 10.00 a.m. faltaban 2 horas para que saliera mi vuelo de regreso a Tijuana, después de documentar y pasar las interminables paradas de revisiones llego a la sala A, y me arrepiento de haberme desvelado el día anterior, no aguanto el cansancio, me estoy quedando dormida sobre mi plato de frutas, por suerte alcanzo a oír que anuncian mi vuelo y camino hasta la terminal anunciada. Cual es mi sorpresa al llegar que veo a bastantes familias y turistas extranjeros bastante consternados, el vuelo esta sobrevendido y buscan pasajeros voluntarios para ceder su asiento y recibir a cambio “beneficios Aeroméxico”. Yo vengo sola, no pierdo nada, prefiero ceder mi asiento, total no tengo prisa. Pregunto en el mostrador y me ofrecen un boleto en primera clase para el vuelo de las 8.00 p.m. y un boleto gratis para un viaje redondo a cualquier destino de la república, con vigencia de un año, podría estar mejor. Salgo del aeropuerto y tomo el metro, conozco algunas estaciones y ya no quiero molestar a mi familia, pierdo la tarde en una exposición, una comida y un café. A las 8.35 p.m. despego con rumbo a Tijuana, o al menos eso creía yo, una hora y media después anuncian nuestro descenso en Guadalajara. No lo puedo creer, me apresuro a pedir información, y una señorita muy amable, me dice que es una pequeña escala. Casi 3 horas despúes, volvimos a despegar, que bueno que era breve, ni siquiera los asientos de piel de primera clase me permitían un buen descanso, estaba harta. Ya era de madrugada cuando anuncian que debido a las fuertes lluvias tendremos que aterrizar en Mexicali, y prometen una reanudación de vuelo muy pronto. Son las 6.00 de la mañana y estoy tratando de dormir en un camión mientras cruzo “la rumorosa”.8.00 a.m. por fin llego a Tijuana… estoy muerta en vida, pero creo que valió la pena, tengo un boleto gratis y podré volver cuando yo quiera, o al menos eso creía, no lo puedo creer, perdí mi boleto de cortesía, lo debí de haber usado de servilleta mientras comía en los “tacos parados” afuera del aeropuerto, había perdido la razón de mi ofrecimiento como voluntaria. Cuando llego a mi casa me preguntan: -¿Cómo fue que decidiste ofrecer tu lugar?- y al no querer recordar mi desgracia, sólo atiné a decir: - pues así, de forma voluntaria.
Todavía me da risa escuchar esa palabra: voluntaria. Mi estancia en el Distrito Federal había terminado, me tenía que despedir una vez más de aquella hermosa ciudad y de mi familia, eran las 10.00 a.m. faltaban 2 horas para que saliera mi vuelo de regreso a Tijuana, después de documentar y pasar las interminables paradas de revisiones llego a la sala A, y me arrepiento de haberme desvelado el día anterior, no aguanto el cansancio, me estoy quedando dormida sobre mi plato de frutas, por suerte alcanzo a oír que anuncian mi vuelo y camino hasta la terminal anunciada. Cual es mi sorpresa al llegar que veo a bastantes familias y turistas extranjeros bastante consternados, el vuelo esta sobrevendido y buscan pasajeros voluntarios para ceder su asiento y recibir a cambio “beneficios Aeroméxico”. Yo vengo sola, no pierdo nada, prefiero ceder mi asiento, total no tengo prisa. Pregunto en el mostrador y me ofrecen un boleto en primera clase para el vuelo de las 8.00 p.m. y un boleto gratis para un viaje redondo a cualquier destino de la república, con vigencia de un año, podría estar mejor. Salgo del aeropuerto y tomo el metro, conozco algunas estaciones y ya no quiero molestar a mi familia, pierdo la tarde en una exposición, una comida y un café. A las 8.35 p.m. despego con rumbo a Tijuana, o al menos eso creía yo, una hora y media después anuncian nuestro descenso en Guadalajara. No lo puedo creer, me apresuro a pedir información, y una señorita muy amable, me dice que es una pequeña escala. Casi 3 horas despúes, volvimos a despegar, que bueno que era breve, ni siquiera los asientos de piel de primera clase me permitían un buen descanso, estaba harta. Ya era de madrugada cuando anuncian que debido a las fuertes lluvias tendremos que aterrizar en Mexicali, y prometen una reanudación de vuelo muy pronto. Son las 6.00 de la mañana y estoy tratando de dormir en un camión mientras cruzo “la rumorosa”.8.00 a.m. por fin llego a Tijuana… estoy muerta en vida, pero creo que valió la pena, tengo un boleto gratis y podré volver cuando yo quiera, o al menos eso creía, no lo puedo creer, perdí mi boleto de cortesía, lo debí de haber usado de servilleta mientras comía en los “tacos parados” afuera del aeropuerto, había perdido la razón de mi ofrecimiento como voluntaria. Cuando llego a mi casa me preguntan: -¿Cómo fue que decidiste ofrecer tu lugar?- y al no querer recordar mi desgracia, sólo atiné a decir: - pues así, de forma voluntaria.
CUENTO 2/6
DÍA DE PINTA.
Todo por el aburrimiento, ¿qué hacen 4 amigas sentadas en una plaza sin hacer nada un jueves a las 6.00 p.m.? Vemos hacia el cielo como si estuviéramos esperando algo, y lo único que cae es una propuesta interesante: -¿Qué tal si nos vamos de pinta?- todas no reímos como si fuera un chiste de Polo Polo, llega el silencio acompañada de nuestra reacciones. -¿qué?- si, tenemos que hacerlo, esa es nuestra conclusión. De tanto planearlo creemos que algo va a salir mal, es mejor improvisar, actuar al momento. Yo soy la encargada de llevar el plan al pie de la letra, estaciono mi carro una cuadra atrás de la escuela y coloco un simpático letrero con caritas felices sobre la ventana que significa que todo va conforme al plan. Me agacho y es hora de esperar, Edna es la primera en llegar, nerviosa como siempre, la intento de calmar, quería renunciar y la pelea comienza, afortunadamente llegó Yulianna, ya éramos tres, las suficientes para continuar con lo planeado, todo seguirá adelante independientemente de que llegue Andrea o no. Ya son las 7.00 a.m. y decidimos arrancar, creo que Andrea se arrepintió o simplemente no fue a la escuela fingiendo una enfermedad, como es su costumbre, apenas estoy arrancando cuando la veo correr hacia nosotras por el espejo retrovisor. Por fin estamos las cuatro, los nervios nos hacen un hueco en el estómago, nadie nunca lo había logrado, pasamos frente a la escuela con sudaderas de colores que esconden nuestro escudo, burlamos a toda la seguridad típica de aquella institución, nos dirigimos hacía el centro comercial más cercano, o mas bien, el único de Tijuana en aquél entonces, tenemos hambre, pero todo está cerrado, y nuestro presupuesto es corto, así que terminamos comiendo en una tienda de autoservicio. Pasamos el resto del día por toda la ciudad, no sabíamos como era por la mañana, todo se veía diferente ¿qué podía pasar?Lo peor… una llamada telefónica nos extrañó mucho, y más al ver que se trataba de otra de nuestra amigas que se encontraba en la escuela, nadie quiere contestar y sólo atino a apretar el botón verde, todas quedamos atónitas, pálidas, al escuchar las siguientes palabras… -ya las cacharon- Y este fue el resumen que escribí durante mi semana de castigo en la biblioteca, claro, después de ordenar algunos libros, sacudir las mesas, sacar copias y servirle el café al señor gordo de la computadora… pudo haber estado peor.
Todo por el aburrimiento, ¿qué hacen 4 amigas sentadas en una plaza sin hacer nada un jueves a las 6.00 p.m.? Vemos hacia el cielo como si estuviéramos esperando algo, y lo único que cae es una propuesta interesante: -¿Qué tal si nos vamos de pinta?- todas no reímos como si fuera un chiste de Polo Polo, llega el silencio acompañada de nuestra reacciones. -¿qué?- si, tenemos que hacerlo, esa es nuestra conclusión. De tanto planearlo creemos que algo va a salir mal, es mejor improvisar, actuar al momento. Yo soy la encargada de llevar el plan al pie de la letra, estaciono mi carro una cuadra atrás de la escuela y coloco un simpático letrero con caritas felices sobre la ventana que significa que todo va conforme al plan. Me agacho y es hora de esperar, Edna es la primera en llegar, nerviosa como siempre, la intento de calmar, quería renunciar y la pelea comienza, afortunadamente llegó Yulianna, ya éramos tres, las suficientes para continuar con lo planeado, todo seguirá adelante independientemente de que llegue Andrea o no. Ya son las 7.00 a.m. y decidimos arrancar, creo que Andrea se arrepintió o simplemente no fue a la escuela fingiendo una enfermedad, como es su costumbre, apenas estoy arrancando cuando la veo correr hacia nosotras por el espejo retrovisor. Por fin estamos las cuatro, los nervios nos hacen un hueco en el estómago, nadie nunca lo había logrado, pasamos frente a la escuela con sudaderas de colores que esconden nuestro escudo, burlamos a toda la seguridad típica de aquella institución, nos dirigimos hacía el centro comercial más cercano, o mas bien, el único de Tijuana en aquél entonces, tenemos hambre, pero todo está cerrado, y nuestro presupuesto es corto, así que terminamos comiendo en una tienda de autoservicio. Pasamos el resto del día por toda la ciudad, no sabíamos como era por la mañana, todo se veía diferente ¿qué podía pasar?Lo peor… una llamada telefónica nos extrañó mucho, y más al ver que se trataba de otra de nuestra amigas que se encontraba en la escuela, nadie quiere contestar y sólo atino a apretar el botón verde, todas quedamos atónitas, pálidas, al escuchar las siguientes palabras… -ya las cacharon- Y este fue el resumen que escribí durante mi semana de castigo en la biblioteca, claro, después de ordenar algunos libros, sacudir las mesas, sacar copias y servirle el café al señor gordo de la computadora… pudo haber estado peor.
CUENTO 1/6
LA CASA EN LA PLAYA
Había sido una semana difícil: exámenes, tareas, ensayos, trabajos, regaños de profesores, etc. Mi cabeza no daba para más, yo sólo quería que fuera viernes para irnos a la playa, donde mis abuelos tenían una casa, y que por cierto me la habían prestado para pasar el puente de septiembre junto con mis amigos ya que ellos se iban a ir de viaje. Todo iba perfecto, por fin llegamos, no hacia el calor que esperábamos, pero no importaba, mañana sería otro día, con que no lloviera, era suficiente. Parece que invoqué a la lluvia, los relámpagos no cesan, el viento golpea las ventanas y asota las puertas, nadie quiere salir, sólo nos queda platicar historias de terror frente a la chimenea acompañados de una buena taza de chocolate caliente. A mí no me asustan todas esas historias fantasmagóricas, son puro cuento, así que me burlo de la situación y propongo hacer algo más divertido: jugaremos a las escondidas.
Yo conozco esta casa como la palma de mi mano, les daré unos buenos sustos. Me ofrezco a ser el que cuenta, nadie se opone, cuento hasta 20. Apenas empezaba a caminar cuando oigo el crujir del piso viejo de madera, sé que alguien esta por ahí, sin embargo no veo ninguna señal, comienzo a asustarme, las cortinas se mueven, las sillas se mesen, oigo ecos de voces desconocidas, debo estar alucinando. Estoy aterrado. Me cubro la cabeza, me tapo los oídos, comienzo a gritar, de pronto, los ecos que creía escuchar ya no son ecos, son voces mas claras, son risas, si, muy claras, comienzo a reaccionar, no es mi imaginación, son mis amigos que me revirtieron la broma. No puedo creerlo, por un lado me reconforta el saber que todo era una broma, comenzamos a platicar y a burlarnos de la situación. Les comento que lo que más me aterró fue cuando creí escuchar pisadas en el techo… no eran ellos, ahora si ya no era un broma, comienzan los ecos, los crujidos, las pisadas, las cortinas… alguien más está jugando con nosotros. Está en el cuarto, pero no lo podemos ver.
Eso es todo lo que recuerdo de aquel día, ya no he vuelto a ver a ninguno de mis amigos, solo veo paredes blancas, todos parecen verme, pero yo no veo a nadie, como aquella noche, en esa sala.
Había sido una semana difícil: exámenes, tareas, ensayos, trabajos, regaños de profesores, etc. Mi cabeza no daba para más, yo sólo quería que fuera viernes para irnos a la playa, donde mis abuelos tenían una casa, y que por cierto me la habían prestado para pasar el puente de septiembre junto con mis amigos ya que ellos se iban a ir de viaje. Todo iba perfecto, por fin llegamos, no hacia el calor que esperábamos, pero no importaba, mañana sería otro día, con que no lloviera, era suficiente. Parece que invoqué a la lluvia, los relámpagos no cesan, el viento golpea las ventanas y asota las puertas, nadie quiere salir, sólo nos queda platicar historias de terror frente a la chimenea acompañados de una buena taza de chocolate caliente. A mí no me asustan todas esas historias fantasmagóricas, son puro cuento, así que me burlo de la situación y propongo hacer algo más divertido: jugaremos a las escondidas.
Yo conozco esta casa como la palma de mi mano, les daré unos buenos sustos. Me ofrezco a ser el que cuenta, nadie se opone, cuento hasta 20. Apenas empezaba a caminar cuando oigo el crujir del piso viejo de madera, sé que alguien esta por ahí, sin embargo no veo ninguna señal, comienzo a asustarme, las cortinas se mueven, las sillas se mesen, oigo ecos de voces desconocidas, debo estar alucinando. Estoy aterrado. Me cubro la cabeza, me tapo los oídos, comienzo a gritar, de pronto, los ecos que creía escuchar ya no son ecos, son voces mas claras, son risas, si, muy claras, comienzo a reaccionar, no es mi imaginación, son mis amigos que me revirtieron la broma. No puedo creerlo, por un lado me reconforta el saber que todo era una broma, comenzamos a platicar y a burlarnos de la situación. Les comento que lo que más me aterró fue cuando creí escuchar pisadas en el techo… no eran ellos, ahora si ya no era un broma, comienzan los ecos, los crujidos, las pisadas, las cortinas… alguien más está jugando con nosotros. Está en el cuarto, pero no lo podemos ver.
Eso es todo lo que recuerdo de aquel día, ya no he vuelto a ver a ninguno de mis amigos, solo veo paredes blancas, todos parecen verme, pero yo no veo a nadie, como aquella noche, en esa sala.
ACENTOS: CONFIESO QUE HE VIVIDO
No fui el día que regresaron el ejercicio.
Sólo me dijieron que tuve un error: Trazé
Sólo me dijieron que tuve un error: Trazé
EJERCICIO: PALABRAS CONFUSAS
Un día estaba en mi patio con un amigo tirando piedras a una pila de botellas que habíamos acomodado cuando me dice:
- ¿sabías que Pedro se va a cazar? –
- ¡Qué! ¿Cómo? ¿Con quién?-
-Con su primo, Juan. -
Aquello me había sonado demasiado extraño, y después de pensar un poco supe que se iba a ir de caza, claro, eso era más lógico. A mí siempre me había gustado ir a cazar, pero en mi casa no es un deporte o pasatiempo muy aceptado, así que reflexioné un poco y dije:
-Tengo que hacerlo… me voy a ir de caza.
- ¿sabías que Pedro se va a cazar? –
- ¡Qué! ¿Cómo? ¿Con quién?-
-Con su primo, Juan. -
Aquello me había sonado demasiado extraño, y después de pensar un poco supe que se iba a ir de caza, claro, eso era más lógico. A mí siempre me había gustado ir a cazar, pero en mi casa no es un deporte o pasatiempo muy aceptado, así que reflexioné un poco y dije:
-Tengo que hacerlo… me voy a ir de caza.
CAMINANDO POR LA PLAZA: FASHION VALLEY
Llegué cerca de las 2.00 p.m. a Fashion Valley, con un propósito diferente al de la multitud que acude cada fin de semana para derrochar lo que sobró de la semana o lo que se guardó para cumplir con algún objeto caprichoso; la mayoría llega en buenos carros, en los que pasean durante unos minutos buscando un lugar donde estacionarse, no importa si queda lejos de la tienda que piensan visitar, al fin y al cabo terminarán recorriendo toda la plaza y saldrán con más de un par de bolsas, la caminata lo vale. Sin embargo hay un cierto grupo que prefiere ahorrarse la búsqueda de estacionamiento prefiere dejar su carro en el valet parking, la mayoría llega con carros lujosos, los cuales son dejados ahí mismo para evitar algún contratiempo con un carro que puede costar más de 3 veces más que el carro promedio, aquello parece más una exhibición que lo realmente es. Hay todo tipo de gente, todas las edades, sin embargo se puede notar que pertenecen a la clase media alta, a veces más alta que media. Pasean por la plaza cargando bolsas con nombres de tiendas de marcas, caminan con un ritmo suficiente para que la bolsa llame la atención de los demás, pero no lo suficientemente rápido para que pueda ser leído lo que ahí dice. Muchos otros simplemente se paran frente a los estantes soñando con poder tener algo parecido y caminan por la plaza sin cargar nada más que una malteada; algunos parecen tener prisa, cargan con un sola bolsa dirigiéndose a su carro, probablemente ya cumplieron con su cometido, otros caminan solos, sin embargo parecen venir acompañados ya que vienen manteniendo una larga conversación tan interesante que les importa poco detenerse en las tiendas, por un momento pienso que su acompañante se ha quedado atrás y ellos ni cuenta se han dado, pero no, deduzco que su compañero se encuentra en un lugar distinto, pues al pasar a su lado puedo ver un pequeño aparato aferrado a su oreja izquierda, como si fuera un extensión de su cuerpo. La variedad de tiendas implica variedad entre los asistentes, grupos de amigos que entran y salen de tiendas de moda, familias esperando afuera de alguna tienda juvenil mientras alguno de los hijos compra con el dinero que el papá le acaba de dar con la condición de obtener buenas calificaciones. Las niñas son acompañadas por sus mamás, aunque esto signifique discutir por los gustos tan diferentes que tienen. Los niños insisten en obtener el nuevo videojuego y parecen no tener límite, pues señalan los nuevos juguetes que quieren tener mientras apenas pueden cargar con las bolsas de cosas que acaban de comprar. Pero ninguna persona es capaz de cargar más bolsas juntas que una mujer, fruto de una larga caminata a lo largo de toda la plaza, un cigarro en las mesas del área de comida para descansar, echa un vistazo a sus bolsas y admira sus nuevas adquisiciones; se acaba el cigarro, hora de sacar el celular y mandar mensajes a sus amigos, tal vez ya están planeando la fiesta de en la noche. No logro ver a algún hombre cargando más de dos bolsas, y si las carga, es porque le está ayudando a su novia para que ella su pueda mover con mas facilidad entre las tiendas, espera en las bancas de afuera de la tienda acompañado de una par de jóvenes más, no se dirigen la palabra, aunque saben que todos se encuentran ahí por la misma razón.
PERFILES E IMÁGENES DE PERSONAJES: LA TUMBA
GABRIEL.
Gabriel es un chavo egocentrísta y con baja autoestima, és por eso que disfruta burlarse de las personas, pero al mismo tiempo necesita que haya alguien que lo haga sentir importante, como las mujeres a las que seduce. Es díficil que alguien lo haga cambiar de opinión, pues cree tener la razón en todo.
Dora es una persona muy segura de si misma, le importa poco lo que piensan los demás y siempre consigue lo que quiere, no importa si tiene que pasar por encima de alguien. Su belleza es su mejor aliado, y ella lo sabe. Le gusta tomar riesgos, propios de la edad, pero tras esa risa muchas veces irónica, está segura del futuro que desea, lo que la convierte en una persona centrada y con mucho potencial
LAURA.
Laura es una niña rica, caprichosa. No sabe lo que quiere, cambia de parecer según las circunstancias, es fiestera, alegre, aunque no lo paresca, se preocupa por los demás pero no le gusta que la gente se preocupe por sus sentimientos, es por eso que oculta su manera de sentir con su forma de ser, un tanto extrovertida.
REGLA: ÉSE, ESE.
ESE
ADJETIVO DEMOSTRATIVO.
No se pone acento cuando hay un sustantivo en el enunciado.
Ej. Ese cuadro no me gusta porque es muy triste.
(Cuadro es el sustantivo, por lo tanto no es necesario poner el acento en "ese")
ÉSE
PRONOMBRE DEMOSTRATIVO.
Se ponde acento cuando no hay un sustantivo en el enuncuado.
Ej. Ése está horrible, mejor escoge otro.
(No especifica cual es el sustantivo, por lo tanto es necesario poner el acento a "ése")
Ejemplo con ambos:
-Quisiera comer en ese restaurante.
-No, mejor hay que comer en éste.
ADJETIVO DEMOSTRATIVO.
No se pone acento cuando hay un sustantivo en el enunciado.
Ej. Ese cuadro no me gusta porque es muy triste.
(Cuadro es el sustantivo, por lo tanto no es necesario poner el acento en "ese")
ÉSE
PRONOMBRE DEMOSTRATIVO.
Se ponde acento cuando no hay un sustantivo en el enuncuado.
Ej. Ése está horrible, mejor escoge otro.
(No especifica cual es el sustantivo, por lo tanto es necesario poner el acento a "ése")
Ejemplo con ambos:
-Quisiera comer en ese restaurante.
-No, mejor hay que comer en éste.
MIS BATALLAS DEL DESIERTO
POR CASULIDAD EN CANCÚN
Era la tarde del miércoles, por fin habíamos llegado, nada nos iba a detener, estábamos a más de 5,000 km. de nuestro padres y dispuestos a hacer de esos días los mejores de nuestras vidas. Nos encontrábamos en Cancún, viaje que organizamos por nuestra graduación. Nos habíamos registrado hace menos de una hora, y ya comenzábamos a arreglarnos para salir al primer antro. Era de madrugada, el humo limitaba la visibilidad, y el ruido impedía tener cualquier tipo de conversación, sin embargo pude distinguir claramente una cara que jamás olvidaré, parecía que lo había llamado con la mirada, comenzó a acercarse, o por lo menos eso intentaba, ya que la multitud lo hacía mas difícil.
-¿Me dejas invitarte algo?-
-No, gracias- Le respondí un tanto impresionada por la rapidez con la que se me había dirigido. –no acostumbro tomar bebidas preparadas en estos lugares-
-Entonces tendré que invitarte a algún otro lado-
-No lo creo, vengo con mis amigos y yo apenas te conozco-
-¡Mariana, Mariana!- Me gritaban -¡Vámonos!-
-Me tengo que ir, adiós-
-Espera, no se quien eres todavía-
-Me llamo Mariana, y de verdad ya me tengo que ir- Corrí hacia la salida para encontrarme con mis amigos, nunca volteé hacia atrás, sin embargo una extraña sensación me recorría el cuerpo y sentía que venía tras de mí; subimos al camión, y pude ver por la ventana como aquel joven corría hacia nosotros. -¡Me llamo Gabriel!- Gritó por la ventana mientras el camión arrancaba con dirección a nuestro hotel.
-¿Quién era?- Me preguntaba Liana, una de mis mejores amigas. -Estaba muy guapo-
-No sé, sólo sé que se llama Gabriel, y eso porque lo acaba de gritar-
-¡Wow! Primer día y ya conseguiste galán-
-No es mi galán. Ya sabes que yo no soy así. Ni siquiera supe quien era-
Las bromas al respecto no se hicieron esperar, el camino al hotel se me hizo más largo de lo normal, sólo quería llegar a dormir, sin embargo no fue posible, no pude dejar de pensar en lo que había sentido cuando lo vi, y más cuando escuche su voz. ¿De verdad me había enamorado? Ni siquiera creía en el amor a primera vista, eso sólo pasaba en las películas, sin embargo aquella imagen parecía haber salido de una película; este debate interior me duró toda la noche, o al menos hasta que me quedé dormida.
Los siguientes días ya parecían rutina, desayunábamos a mediodía, y pasábamos el resto del día en la playa o en la alberca, para después prepararnos para otra noche de antro. Todas las noches volteaba en todas direcciones, tal vez me lo encontraría entre la gente, pero mi ilusión iba desapareciendo conforme pasaban los días.
Era la cuarta noche, o cuarta madrugada, la música estruendosa tocaba y el tiempo corría, bailando una que otra rola y bebiendo una que otra cheve. Un mesero se acercó y me dio una nota que decía:
-Es mucha casualidad volvernos a encontrar, y como se que no me vas a aceptar algo de tomar, por lo menos dame la oportunidad de bailar contigo, estoy al centro de la pista-
Los nervios me invadieron, por un lado quería divertirme y bailar con él, pero tanto misterio y casualidad me hicieron dudar. -Hazme un paro- Le dije a Liana, -Acompáñame- Y comencé a contarle todo lo que había sucedido mientras nos habríamos paso entre la gente. -No puedo creerlo, ¡que envidia, esta guapísimo!- Ella se quedó parada y yo seguí a encontrarme con él.
Platicábamos de cosas básicas, preguntas y respuestas cortas ya que era imposible mantener una conversación más amplia. Supe que era del D.F., tenía 21 años y también se encontraba de spring brake con sus amigos, su hotel estaba a lado del mío, (un buen pretexto para encontrarnos en la playa al día siguiente y platicar mejor) otra vez el tiempo nos había alcanzado y era hora de irme, esta vez me acompañó hasta al camión, y confirmamos nuestra cita para el día siguiente, podía sentir como todas mis amigas nos veían por la ventana del camión, así que no me quedó de otra más que despedirme con un beso en la mejilla, las bromas surgieron de nuevo, pero esta vez era diferente, Liana me conocía perfectamente, y sabía que yo estaba perdidamente enamorada, el tiempo se me iba lento, y cualquier silencio era perfecto para recordar los momentos que estuve a su lado. -Me preocupas- Me dijo cuando llegamos al cuarto. -¿De qué hablas?- Le respondí. -Sabes perfectamente de que te hablo, no quiero que te lastimen, yo se que estas súper clavada con ese tipo, pero lo acabas de conocer, tu ni creías en el amor a primera vista, y sabes muy bien que nos vamos en 2 días, lo mejor será que ya no lo veas, ¿Para qué clavarte más?- Eso me confundió mucho, por un lado ella tenía razón, sien embargo yo sentía la necesidad de volver a verlo.
Al día siguiente me desperté temprano para llegar a donde habíamos quedado, el ya estaba ahí, pasamos todo el día juntos, parecía que teníamos años de conocernos, la química fluía, y se me olvidaba que teníamos que despedirnos al día siguiente cuando nos acabábamos de conocer, no se me hacia justo.
Ya en la tarde, le dije que me tenía que despedir, me invitó a una fiesta para la siguiente noche, pero le dije que mi estancia había terminado, mañana era mi última noche, y tenía que estar con mis amigos en una exclusiva cena, pero que lo podía ver la mañana antes de irme. La alegría de repente se transformó en tristeza, ¿por qué tenía que acabar tan pronto? Me despedí ante su rostro incrédulo. Esa noche no podía pensar en otra cosa, y todavía tenía que aguantar los sermones de Liana. -Te lo dije- Me repetía cada cinco minutos, sin embargo también me daba palabras de aliento.
Era la última mañana en aquella ciudad, ya había hecho mis maletas, bajamos al loby para hacer el check out, había una nota para mí, era de Gabriel:
-Perdóname por no poder estar ahí en este momento, tuve que ir al aeropuerto a recoger a otros amigos, aquí te dejo mis datos y espero que te pongas en contacto conmigo-
Sentí escalofríos, no lo iba a volver a ver en mucho tiempo, o tal vez nunca, todo dependía de mí. Nos dirigimos al aeropuerto, todo el camino pensé en los mejores momentos de aquel viaje, casualmente él estaba en los mejores recuerdos. Llegamos a la terminal, acabábamos de pasar por revisión cuando escuché un grito: ¡Mariana! …sabía que era él, reconocía su voz, me había encontrado ahí otra vez por casualidad, no quise voltear, iba a ser muy doloroso, me seguí de largo, firme, a pesar de la tristeza que me invadía el escucharlo gritar mi nombre en vano; metí mi mano a mi bolsa para encontrar la nota que me había dejado, la observé detenidamente…
Segundos después la rompí y la tiré a la basura, yo no creía en el amor de lejos, mi duelo había comenzado. Liana se dio cuenta de todo y me abrazó.
-Fue lo mejor- Me dijo. Miles de cosas pasaban por mi cabeza mientras despegábamos, tal vez esto no era el final, ya que cabía la posibilidad de volver a encontrarnos, otra vez, por casualidad.
Era la tarde del miércoles, por fin habíamos llegado, nada nos iba a detener, estábamos a más de 5,000 km. de nuestro padres y dispuestos a hacer de esos días los mejores de nuestras vidas. Nos encontrábamos en Cancún, viaje que organizamos por nuestra graduación. Nos habíamos registrado hace menos de una hora, y ya comenzábamos a arreglarnos para salir al primer antro. Era de madrugada, el humo limitaba la visibilidad, y el ruido impedía tener cualquier tipo de conversación, sin embargo pude distinguir claramente una cara que jamás olvidaré, parecía que lo había llamado con la mirada, comenzó a acercarse, o por lo menos eso intentaba, ya que la multitud lo hacía mas difícil.
-¿Me dejas invitarte algo?-
-No, gracias- Le respondí un tanto impresionada por la rapidez con la que se me había dirigido. –no acostumbro tomar bebidas preparadas en estos lugares-
-Entonces tendré que invitarte a algún otro lado-
-No lo creo, vengo con mis amigos y yo apenas te conozco-
-¡Mariana, Mariana!- Me gritaban -¡Vámonos!-
-Me tengo que ir, adiós-
-Espera, no se quien eres todavía-
-Me llamo Mariana, y de verdad ya me tengo que ir- Corrí hacia la salida para encontrarme con mis amigos, nunca volteé hacia atrás, sin embargo una extraña sensación me recorría el cuerpo y sentía que venía tras de mí; subimos al camión, y pude ver por la ventana como aquel joven corría hacia nosotros. -¡Me llamo Gabriel!- Gritó por la ventana mientras el camión arrancaba con dirección a nuestro hotel.
-¿Quién era?- Me preguntaba Liana, una de mis mejores amigas. -Estaba muy guapo-
-No sé, sólo sé que se llama Gabriel, y eso porque lo acaba de gritar-
-¡Wow! Primer día y ya conseguiste galán-
-No es mi galán. Ya sabes que yo no soy así. Ni siquiera supe quien era-
Las bromas al respecto no se hicieron esperar, el camino al hotel se me hizo más largo de lo normal, sólo quería llegar a dormir, sin embargo no fue posible, no pude dejar de pensar en lo que había sentido cuando lo vi, y más cuando escuche su voz. ¿De verdad me había enamorado? Ni siquiera creía en el amor a primera vista, eso sólo pasaba en las películas, sin embargo aquella imagen parecía haber salido de una película; este debate interior me duró toda la noche, o al menos hasta que me quedé dormida.
Los siguientes días ya parecían rutina, desayunábamos a mediodía, y pasábamos el resto del día en la playa o en la alberca, para después prepararnos para otra noche de antro. Todas las noches volteaba en todas direcciones, tal vez me lo encontraría entre la gente, pero mi ilusión iba desapareciendo conforme pasaban los días.
Era la cuarta noche, o cuarta madrugada, la música estruendosa tocaba y el tiempo corría, bailando una que otra rola y bebiendo una que otra cheve. Un mesero se acercó y me dio una nota que decía:
-Es mucha casualidad volvernos a encontrar, y como se que no me vas a aceptar algo de tomar, por lo menos dame la oportunidad de bailar contigo, estoy al centro de la pista-
Los nervios me invadieron, por un lado quería divertirme y bailar con él, pero tanto misterio y casualidad me hicieron dudar. -Hazme un paro- Le dije a Liana, -Acompáñame- Y comencé a contarle todo lo que había sucedido mientras nos habríamos paso entre la gente. -No puedo creerlo, ¡que envidia, esta guapísimo!- Ella se quedó parada y yo seguí a encontrarme con él.
Platicábamos de cosas básicas, preguntas y respuestas cortas ya que era imposible mantener una conversación más amplia. Supe que era del D.F., tenía 21 años y también se encontraba de spring brake con sus amigos, su hotel estaba a lado del mío, (un buen pretexto para encontrarnos en la playa al día siguiente y platicar mejor) otra vez el tiempo nos había alcanzado y era hora de irme, esta vez me acompañó hasta al camión, y confirmamos nuestra cita para el día siguiente, podía sentir como todas mis amigas nos veían por la ventana del camión, así que no me quedó de otra más que despedirme con un beso en la mejilla, las bromas surgieron de nuevo, pero esta vez era diferente, Liana me conocía perfectamente, y sabía que yo estaba perdidamente enamorada, el tiempo se me iba lento, y cualquier silencio era perfecto para recordar los momentos que estuve a su lado. -Me preocupas- Me dijo cuando llegamos al cuarto. -¿De qué hablas?- Le respondí. -Sabes perfectamente de que te hablo, no quiero que te lastimen, yo se que estas súper clavada con ese tipo, pero lo acabas de conocer, tu ni creías en el amor a primera vista, y sabes muy bien que nos vamos en 2 días, lo mejor será que ya no lo veas, ¿Para qué clavarte más?- Eso me confundió mucho, por un lado ella tenía razón, sien embargo yo sentía la necesidad de volver a verlo.
Al día siguiente me desperté temprano para llegar a donde habíamos quedado, el ya estaba ahí, pasamos todo el día juntos, parecía que teníamos años de conocernos, la química fluía, y se me olvidaba que teníamos que despedirnos al día siguiente cuando nos acabábamos de conocer, no se me hacia justo.
Ya en la tarde, le dije que me tenía que despedir, me invitó a una fiesta para la siguiente noche, pero le dije que mi estancia había terminado, mañana era mi última noche, y tenía que estar con mis amigos en una exclusiva cena, pero que lo podía ver la mañana antes de irme. La alegría de repente se transformó en tristeza, ¿por qué tenía que acabar tan pronto? Me despedí ante su rostro incrédulo. Esa noche no podía pensar en otra cosa, y todavía tenía que aguantar los sermones de Liana. -Te lo dije- Me repetía cada cinco minutos, sin embargo también me daba palabras de aliento.
Era la última mañana en aquella ciudad, ya había hecho mis maletas, bajamos al loby para hacer el check out, había una nota para mí, era de Gabriel:
-Perdóname por no poder estar ahí en este momento, tuve que ir al aeropuerto a recoger a otros amigos, aquí te dejo mis datos y espero que te pongas en contacto conmigo-
Sentí escalofríos, no lo iba a volver a ver en mucho tiempo, o tal vez nunca, todo dependía de mí. Nos dirigimos al aeropuerto, todo el camino pensé en los mejores momentos de aquel viaje, casualmente él estaba en los mejores recuerdos. Llegamos a la terminal, acabábamos de pasar por revisión cuando escuché un grito: ¡Mariana! …sabía que era él, reconocía su voz, me había encontrado ahí otra vez por casualidad, no quise voltear, iba a ser muy doloroso, me seguí de largo, firme, a pesar de la tristeza que me invadía el escucharlo gritar mi nombre en vano; metí mi mano a mi bolsa para encontrar la nota que me había dejado, la observé detenidamente…
Segundos después la rompí y la tiré a la basura, yo no creía en el amor de lejos, mi duelo había comenzado. Liana se dio cuenta de todo y me abrazó.
-Fue lo mejor- Me dijo. Miles de cosas pasaban por mi cabeza mientras despegábamos, tal vez esto no era el final, ya que cabía la posibilidad de volver a encontrarnos, otra vez, por casualidad.
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